El pasado lunes, 21 de agosto empezábamos la vendimia 2023, la culminación de un ciclo vegetativo marcado por la sequía extrema en nuestro territorio y la incertidumbre por lo que va a comportar. A diferencia de otras bodegas que han adelantado de media una semana la vendimia, en BUIL & GINÉ sólo ha sido de un día respecto a la cosecha del 2022.
Como ya apuntábamos en el artículo del mes de mayo, la irregular brotación de las cepas (entre 10 y 20 cm y hasta 1 metro en zonas más umbrías y húmedas) y los indicadores preocupantes de escasez de agua, nos indicaban que sería una cosecha anacrónica. Recordemos, así, que desde el mes de enero hasta el 25 de mayo, se han registrado 69 l/m2, cuando en los últimos años la media registrada en este mismo periodo de tiempo ha sido de 200 l/m2.
Una ola de calor durante la primera semana de agosto también ha marcado el inicio de la vendimia. En verano, lo habitual es que por la noche las temperaturas bajen por debajo de los 20º. Este descenso térmico permite a las cepas recuperarse del calor diurno -que puede llegar a los 40º- y seguir su proceso vegetativo con una maduración paulatina y óptima de la uva. Por el contrario, a mediados de agosto hemos tenido noches seguidas con temperaturas de 28º. La oscilación térmica entre día y noche es un factor característico de nuestro territorio. Ésta permite a las cepas “autorregularse” y llevar un proceso de maduración constante (no repentino), manteniendo buenos niveles de acidez, durante la última fase del ciclo vegetativo.
En general, la producción será inferior pero la parte positiva es que la sanidad de nuestra uva es excelente. El tamaño de las uvas también es inferior al habitual pero esto se traduce a una mayor concentración aromática y a un incremento en el grado de azúcar. Una añada exigente y reptante que sin duda recordaremos y de la que serán vivos testimonios nuestros vinos 2023.